Entrenamiento silencioso

Un ser maduro y pleno es un hombre libre

Los seres humanos somos seres sociables por naturaleza, no necesitamos los unos a los otros, pero igualmente lo incluimos   todo dentro de nosotros mismos.  Incluirlo todo es una fortuna, pero a la vez una gran responsabilidad.  

Incluirlo todo significa que todas las bondades del universo, y la naturaleza están dentro de nosotros mismos, y es nuestra responsabilidad cuidarlas para así sacarles provecho e igualmente contenemos todas las energías. 

El trabajo de equilibrar esas energías se podría decir que es el trabajo de hacerse un ser maduro y consciente de su plenitud.  

Las energías masculinas y femeninas nada tienen que ver con la orientación sexual; sino con la correcta disponibilidad de habilidades que vienen de ambos hemisferios cerebrales.  Desarrollar esas habilidades depende en exclusiva de cada ser humano para que estén disponibles en el momento en que las necesite.

En ningún caso plenitud significa autosuficiencia, ya que la correcta estancia en la tierra incluye la socialización, y el desarrollo de las habilidades personales como la comunicación.    

En la naturaleza hay épocas para todo, para hacer limpieza, para fortalecerse en las raíces (invierno), tomar los nutrientes del sol y florecer (primavera); la cosecha se recoge y se disfruta del aire libre, y los días largos en verano; llega el otoño, y es hora de airear, de dejar ir lo que no se usó lo que no sirvió, o lo qué nos hizo mal para convertir esos mismos desechos en compost.    Desde una compresión más completa es lo mismo que ocurre dentro de las estaciones emocionales de los seres humanos y todas ellas pueden converger en un solo día.

La plenitud viene cuando esto por fin lo integras:  ambas energías; masculina y femeninas viven libres y equilibradas en ti; las pones a disposición del momento presente cuando sean requeridas por las circunstancias; y dejas de agarrarte a la idea falsa de encapsular momentos. 

 Dejas de preguntarte por qué ya no ocurre esto o aquello.   Simplemente te haces consciente que todas las estaciones del año viven en ti en un solo día, y eso está bien. 

Al igual que la vegetación sigue emanando oxígeno para nosotros de manera gratuita es nuestra responsabilidad llenarnos de ese oxígeno y utilizarlo bien cada día.

«Un ser humano completo es aquel que decide enfrentar su dolor más profundo buceando dentro de si en sus emociones más arraigadas.»

Al utilizar nuestros recursos internos de forma responsable somos capaces de generar vida, emanando en nosotros actitudes; y comportamientos de colaboración.

Esa es la gran lección de la naturaleza:  cada uno sabe cuál es su sitio, cada piedra, cada hoja, cada animal, hay un ecosistema que funciona de forma ordenada. Igualmente, nuestro cuerpo es un ecosistema, pero ha de estar completo en mente y emoción para converger con las leyes del universo.

Un ser humano completo es aquel que decide enfrentar su dolor más profundo buceando dentro de si en sus emociones más arraigadas; y decide sentirlas con honestidad, permitiendo el dolor, la rabia, la ira y a su vez…  dejándola pasar….  Permitiendo huracanes y tormentas. Transformando esas experiencias pasadas en compost emocional.  Permitiendo que venga el otoño a regenerar.

Sabe con su inteligencia que si mantiene emociones encapsuladas dentro de sí mismo; solo le harán daño, le convertirán en alguien cruel, y mezquino (como una cloaca sin limpiar ni depurar listas para albergar ratas) y eso será lo que emitirá al universo.

Pretenderá controlar como un paisajista en un jardín.

Ser humano consciente

Un ser humano consciente de su naturaleza sabe que la única competencia real es consigo mismo y la única libertad real es la que encuentre dentro de sí mismo librándose de sus cargas.

Se someterá a las inclemencias del tiempo, y también pondrá energía, recursos en intentar dominar la naturaleza.   Su propia naturaleza.   Una cosa es respetar la naturaleza, y trabajar con ella, en beneficio conjunto; y otra cosa bien distinta el dominio, y la idea loca de concebir algo contra natura.

Jugara a los juegos de manipulación que conozca pretendiendo controlar amaneceres y atardeceres. Todas esas maniobras que solo esconden el miedo a sí mismo y una profunda inseguridad.  

 Competir con todos y nunca se sentirá satisfecho.  El vicio de competir con los demás se perpetua pues no dependes de ti mismo si no de lo que los demás hagan para que tú te motives a crecer, pero en vez de crecer en el fortalecimiento como persona, decreces y te devalúas. Una separación absurda de lo que realmente somos.

Cuando la competencia nace en uno mismo con respecto a uno mismo, nace el respeto a la habilidad del otro, y te pones en marcha con tus recursos. Te sientes feliz de competir sanamente con otros en tanto, y cuanto a que sin el otro eres consciente que tu no existirías.

Para que esto se entienda mejor ¿Qué sentido tendría un partido de tenis solo?, ¿contigo mismo?

Para que exista el juego han de existir mínimo dos, si no; no hay juego, ni torneo, ni tendría sentido el entrenamiento.

El respeto al oponente nace pues de ti mismo en tanto, y cuanto valoras su existencia para que pueda existir tu aportación al juego.

¿Qué sentido tendría un futbolista sin sus compañeros?; ¿Un boxeador sin el oponente?, ¿Un agricultor sin los consumidores?, ¿Estas letras escritas sin alguien quién las lea?; ¿las tecnologías sin personas que las usen?; en definitiva, nada puede existir sin un uso y sin una aportación. Y si existe y no lo usamos ya es un desperdicio.   Inclusive el conocimiento solo se convierte en experiencia si pones en acción el conocimiento, si lo vivimos, si lo sentimos, si lo observamos con una mirada atenta, y separada del yo egoíco.     Sea como sea, nada más antinatural que pretender hacer algo de forma autosuficiente o sin necesitar nutrirte de los demás.   Esa colaboración honrosa, y respetuosa de lo que cada uno es capaz de aportar para algo más grande que a sí mismos.

Una flor es tan bella, sea cual sea la forma que adopte su composición, la mires donde la mires, tan perfecta en toda su magnificencia. Cada pétalo, cada hoja, el tallo, las raíces, toda ella es un conjunto de piezas unificadas, ocupando su lugar y aportando lo qué está diseñado para aportar. Su belleza, engrandece y aviva cualquier lugar, emanando el perfume invisible de su madurez y elocuencia una vez pasado por todo el proceso de germinar.  

Hasta volver a marchitarse, caerse por sí misma cumpliendo los ciclos y volviendo a comenzar el proceso de regeneración.

Si miras cada pétalo por separado es individualmente hermoso, pero no puede ser flor sin los demás componentes de la flor, necesita de forma natural raíces, tallo, hoja, agua, luz, oxígeno y el conjunto de pétalos para convertirse en flor. Así es como veo a las familias y a las empresas. Un conjunto de partes humanas individuales las cuales si se desarrollan en sí mismas y comprenden su valía dentro de la unidad a la que pertenecen pueden aportar esa parte necesaria para ser en conjunto una entidad completa. Pero ha de eliminarse totalmente la comparación y la competencia entre pétalos, hojas o raíces humanas. Es totalmente antinatural.

Un ser humano que ha sacado el coraje para enfrentarse a sí mismo con compasión, con tiempo, con cariño y sana su pasado comprendiendo que todo fue como tenía que ser y por fin deja de rumiar en el pasado buscando culpables, víctimas y victimarios. Por fin deja de ser un coleccionista de rencores, rencillas, y escenas pasadas. Entra en un espacio más venerando sus raíces familiares. Honrándoles con la mirada admirativa y compasiva. Prestándoles cuidado y atención.

Un ser humano consciente de su naturaleza sabe que la única competencia real es consigo mismo y la única libertad real es la que encuentre dentro de sí mismo librándose de sus cargas.    

Sabe estar consigo mismo y encuentra plenitud en la naturaleza, en el silencio, en el fluir de la vida.

Confronta cada conflicto y cada tormenta.  El sol no se pelea con las nubes para sobresalir.  Simplemente el sol sigue así haciendo su trabajo, entregando luz y calor allí donde este despejado.   Las nubes se descargan cuando han de hacerlo sin pedir permiso y riegan a discreción del agua de la vida con la única intención de nutrir y limpiar.   Las nubes van y vienen como los pensamientos.    Somos nosotros los que nos paramos a pensar en que nos gustaría que estuviera ocurriendo otra cosa de la que realmente estuviera ocurriendo.     

En plenitud simplemente aceptas todo y amas. Las nubes las descubres en atención con mil formas posibles, amas los chubascos, te fundes en los días calurosos, disfrutas de interior del hogar y del exterior de la madre naturaleza en armonía con lo que ocurre.

Es entonces cuando se encuentra en alegría y equilibrio consigo mismo. Está preparado para dar y compartir. Da por el gozo de compartir su plenitud. Reconoce la magnificencia de la interrelación. 

Valora el crecimiento en la pareja como máxime del encuentro con Sus verdaderos sentimientos. Vives a tus hijos como un servidor y no como una posesión. Valoras la amistad sincera y honesta dónde la máxime es la ayuda mutua, y la comprensión.  

Desaparecen las exigencias.  No toleras el maltrato.   Se deshace cualquier comparación porque ya eres consciente de la falta de respeto que esconde la comparación.    Te haces consciente de la presencia de la ignorancia pues es la única que permite la comparación. El menosprecio desaparece haciéndote agradecido por todo y por todos.

Dejar de mirar los demás desde la comparación es el primer paso hacia la aceptación. Una vez te aceptas tal cual eres haz de respetar tu ritmo.

En la inconsciencia surgen los volcanes emocionales, huracanes de ira, días calurosos e intensos de pasión desenfrenados que duran un soplido, y se desvanecen tan rápido como una estrella fugaz.

 Veranos agradables u ociosos determinados por la energía vital que se haya ido adquiriendo y acumulando.  Si permites que suceda el   otoño en ti se da origen a la limpieza y soltar rencillas, rencores y pensamiento son destructivos.

Hay quienes se saltan este paso por que sus miserias emocionales les hacen identificarse con estas y deciden mirar a lo muerto sin regenerar y deseando que se aviven sin más…encapsulándolos en algún lugar de su ser sin dejar espacio a lo nuevo.   El invierno humano bien utilizado daría lugar a reciclar la mente, enfriar emociones que arden dentro y queman sin cesar sin hacer ningún bien.   La tentación de congelarse emocionalmente es tan fuerte, ya que así se evade eternamente el dolor y te permite engañarte ya que estando en el congelador emocional aun lo mantienes como parte de ti, sin darte cuenta que ocupan un espacio precioso donde la primavera podría surgir si permites que entre el amor y la alegría en ti.   

Para mí el jardín interior hay que limpiarse diariamente.  Utilizando el rastrillo de la mente para apartar aquello que no sirve y desecharlo totalmente. Permitiendo todas las estaciones en ti en un solo día pero que ningún caso dure tanto tiempo como para congelarte o quemarte.  Ya que la primavera puede tornarse dentro de ti si utilizas el frio de templanza contra la ira, el agua pura contra el fuego de la rabia, la comprensión de quién sabe que todo ocurre para bien.   El estado natural en el ser humano es la primavera.   Si dejamos que se convierta en un desierto estaremos secos y cansados.   Si nos convertimos en el ártico estaremos aislados y ausentes del calor de la ternura, el amor y la bondad.

La alegría y la belleza es la característica de la primavera que puede emerger en ti si permites diariamente, limpieza, reciclaje y descanso.  Correcto abono mental y cantidad emocional adecuada.   La luz ha de ser la fuente de vida para activar la tierra que está en ti, el agua de las emociones que se convierten en nutrimiento en una cantidad moderada.  El oxígeno se aprende a tomarlo y generar más capacidad pulmonar precisamente en el frio del invierno el cual solo puede emerger dentro de ti de la correcta atención al momento presente y de tu capacidad aprendida por ti mismo en generar oxígeno para ti sean cuales sean tus circunstancias.

En la conciencia implacable de tu centro florece inamovible un respeto inalterable a ti mismo conservando en cada estación emocional equilibrio.

Desaparecen los Tsunamis, los vientos huracanados de los de los demás no te tumban y no te permites ser un huracán nunca más pues tu consciencia sabe que esa actitud solo deja devastación por donde pasa y agotamiento mental.

La plenitud ya no permite los excesos ni los defectos en la actitud.

La madurez emerge su fruto sin filtrar donde cae ni para quien cae.

El ser pleno y maduro sale a disfrutar del invierno, respira del frio, aprende del frio, disfruta abriendo sus pulmones, se divierte con las maravillas del invierno, ama el frio y llena sus pulmones de los beneficios del aire frio.   Solo alguien muy ignorante y desnaturalizado de si mismo podrá temer al frio.   Si llueve se pone unas botas de agua y sale a chapotear en los charcos y permite que sus hijos hagan deporte bajo la lluvia.   Disfruta de un paseo bajo la lluvia. Disfruta de la conversación en cafés tranquilos acompañados por una taza de algún té reparador y se acompaña de un buen libro.    Mantiene su hogar confortable y se convierte en un perfecto anfitrión que disfruta del compartir y del tiempo que disponga en soledad.   El invierno se convierte en otra primavera blanca más.

En primavera se maravilla cual mariposa del emerger de las flores, disfruta de los días más largos, hace ejercicio al aire libre, se despoja de ropas y sé permite baños al viento, se deja abrazar por él.   Sale al encuentro gozoso de riachuelos, senderos, bosques, playas, y cuantas maravillas ofrece la naturaleza.   En verano no desperdicia sus días durmiendo más de lo necesario porque sabe que el encuentro con el mar, el deporte, la naturaleza, la meditación, el compartir con sus seres queridos, todo el tiempo de las horas de luz y del calor invitan a despojarse de tantas tonterías inútiles, mentales, emocionales y el hacer se convierte en un gozo tranquilo de Ser.