Relaciones enlatadas
Está claro que las tecnologías son herramientas eficaces para desvanecer las distancias físicas entre las personas, y nos globaliza de forma práctica, pero como cualquier cosa en la vida si utilizamos mal los recursos los resultados son nefastos.
Veo por todas partes madres y padres en la playa con el teléfono móvil en la mano todo el tiempo, sin prestar atención real a los niños.
Niños jugando solos mientras sus cuidadores están al móvil o haciéndose selfies.
Fotos y más fotos.
El niño lo que realmente precisa es atención, miradas, y la maravilla del encuentro en el juego.
Adolescentes reunidos en bancos, parques, jardines cada uno con su teléfono en la mano; quién sabe si jugando entre ellos; y sin presencia real en el encuentro con los demás; o quizás desconectados entre ellos, y charlando con gente que hay en otros lugares o que simplemente ni conocen.
«Niños jugando solos mientras sus cuidadores están al móvil o haciéndose selfies.»
La sociedad se ha alejado del encuentro gozoso con las demás personas y sus relaciones se basan en encuentros virtuales superficiales.
De alguna manera la era de supra tecnología ha reducido al ser humano a productos de consumo de relaciones enlatadas, y prefabricadas; las cuales ofrecen alimento emocional cero. Profundidad cero y carentes del crecimiento que es necesario para que una relación se vaya convirtiendo en verdadera. Se dan las criticas gratuitas, dónde prima el ataque, la evasión, y la supuesta libertad de expresión disfrazada de lenguaje llamado coloquial que no deja de ser otra cosa que vulgaridad.
Corazón abierto
Una mente abierta está vacía de prejuicios, y tiene el corazón abierto, aunque, ese corazón este lleno de cicatrices.
La gente evita el contacto personal cercano cómo si se tratara de algo peligroso, e igualmente te preguntan: ¿Cómo estás?, Sin realmente tener la intención sincera de querer darte el tiempo para escuchar y muchísimo menos interés por tu bienestar.
Las relaciones enlatadas son así, parece que duran mucho, que no se estropean, y carecen de contenido nutritivo.
La evitación en la intimidad personal en cualquier clase de relación se basa en el desconocimiento de nosotros mismos, y en la falta de entrenamiento en mantener relaciones personales satisfactorias.
A más intimidad contigo mismo, y más respeto a lo qué eres, más fácil será respetar a los demás; y no esperar que reaccionen de una forma más que la que en ese momento saben o pueden reaccionar en base a su estado de conciencia.
Te vuelves tan consciente que simplemente observas y te apartas del juzgamiento. También hay libertad de expresión en tu totalidad, sin miedo a que se enfaden o te abandonen.
Si se enfadan respetamos el enfado y sin os abandonan; les dejamos ir con amor.
Al desprenderte de la exigencia de sacar del otro una emoción o reacción que te llene, que te de la aceptación que necesitas o el reconocimiento es cuando la relación se vuelve sana y honesta. Mágicamente empiezas a recibir todas esas respuestas que tanto el ser humano necesita, pero desde un espacio sano y de opulencia humana.
Cuando experimentas la autenticidad personal nunca más vuelves a ser un mendigo entre mendigos.
Te conviertes en un ser completo y miras al mendigo emocional como otro ser completo ya no respondes ni atiendes a sus juegos. Ya no es necesario demostrar, porque simplemente sé es.
Se actúa con tal libertad, y espontaneidad que se experimenta la ausencia de tensión y dejas de fingir un estado que no es el real.
No mantener el contacto visual es la desconexión máxima de uno mismo, pues un encuentro real es aquel donde por gusto de disfrutar del encuentro te olvidas del teléfono, te conectas con la otra persona con la mirada, escuchas atentamente sin juzgar, preguntas espontáneamente, te expresas sin mal intenciones; sobre todo, pones presencia y atención plena.
En esa presencia no hay cabida para las estrategias; se abre el corazón y la mente a la vez.
Una mente abierta está vacía de prejuicios, y tiene el corazón abierto, aunque, ese corazón este lleno de cicatrices; sabe que la vida es plena solo cuando el corazón se cura, y sigue abierto ante la vida.