Misión personal, Yael Nino

La felicidad depende de tu capacidad de superación personal

Todos hemos nacido de una madre y de un padre, los cuales realmente con darnos la vida ya hicieron lo que les correspondía.  

En nuestra mente nos pasamos la vida guardándoles rencores, y criticándoles a lo que hicieron o dejaron de hacer; en base a una mentalidad de carencia e ignorancia emocional, y también a nuestras heridas infantiles e inconsciencia de nosotros mismos.

Sea cual sea la infancia que una persona haya tenido ha de sanarla en algún momento de la vida para poder ser plenamente feliz y realizarse a sí mismo.

De adulto eres responsable completamente de sanar tu infancia ya que eres el único responsable de construir tu vida, y velar por tu bienestar.

En mi opinión las heridas infantiles están para que las sanemos, y entremos en respeto total para con nuestro sistema familiar; y así tengamos la oportunidad de madurar haciéndonos cargo de nosotros mismos.

La actitud rencorosa con respecto a la infancia o la actitud de víctima no es más que una actitud inmadura que nos destruye, y nos autosabotea en la oscuridad.

Es más fácil culpabilizar a los demás de nuestros dolores emocionales, que asumir que somos nosotros de adultos los únicos responsables de lo que sentimos, y de lo que pensamos. 

 Se que suena fuerte y desagradable esto que acabo de escribir, pero es mi visión basado en la experiencias e investigación.

«No solo el dolor es inevitable si no la única manera de crecer.»

Las malas hierbas emocionales del interior de tu jardín personal y la putrefacción emocional no atendida, sólo crea devastación interior y, por tanto; se proyecta en nuestras relaciones personales causando desprecio a los demás y a uno mismo; provocando miserables existenciales.

En ningún caso se trata de justificar faltas, maltratos, abandonos, menosprecios, dejadez o humillación en la etapa infantil y adolescente dónde desde luego somos inocentes.

Darse el tiempo para comprender arduamente que estas vivencias están ahí, precisamente para que nosotros utilicemos esas experiencias en oportunidades de transformación, y convirtamos las conductas infantiles y egoístas en virtudes en nosotros mismos.

Dolor no atendido se traduce en perpetuar conductas egoístas basadas en ese dolor; haciéndonos daño a nosotros mismos, y a los demás.  Generando además situaciones conflictivas en distintos escenarios, como oportunidades para que las enfrentemos y dejemos de reaccionar, huir o encerrarnos; provocando más dolor emocional.

Felicidad y superación personal

Es en el encuentro dónde además entregamos nuestra máxima de intimidad.

Si nos damos cuenta honestamente la vida nos da las experiencias a las que tanto tememos, y nos las va poniendo delante una tras otra, con la intención de darnos la oportunidad de trascenderlas, y darnos cuenta que cada miedo está basada en una idea ilusoria que solo existe en nuestra mente.

La única manera de progresar es enfrentar esos miedos.

La actitud de juzgamiento para con los padres solo genera el efecto de tener que vivir sus experiencias de alguna forma u otra para poder ponernos en sus zapatos, y sentir empatía por ellos. Una vez vividas esas experiencias que hemos juzgado tenemos la oportunidad de elevarlo a la conciencia, y transformarlo en aprendizaje dando paso a la comprensión. Es cuando entramos en Ser consciencia, y desarrollamos el discernimiento.

Si aprendemos la lección y tomamos decisiones distintas la próxima vez que se nos presente una situación parecida; la vida nos pondrá delante las mismas situaciones cuantas veces sea necesario de distintas formas posibles con diferentes autores hasta que dejas de reaccionar y te deja de doler.

Solo si hay aprendizaje se desarrolla el discernimiento.

Tomar consciencia que la experiencia del discernimiento personal es una tarea de autoaprendizaje que genera confianza y tranquilidad preparando el terreno para la felicidad.

Sea cuales fueren las circunstancias personales nacimos en el dolor de la separación del vientre materno.  Esta experiencia ya debería de ser lo suficientemente esclarecedora como para enseñarnos que el dolor es inherente a la vida misma, y paradójicamente nos pasamos la mayor parte de nuestra vida evitando el dolor, y así negándonos a crecer sin hacernos cargo de nuestras emociones y experiencias.

Los padres y cuidadores tienen mucha de responsabilidad cuando sobreprotegen al niño. No le dejan libre para experimentar y caer las veces que haga falta así dándole la oportunidad de levantarse por sí mismo. Les gritan con palabras de menos precio y desvalorización; también Ignorándoles haciéndoles sentir que no existen o peor aferrándonos a ideas anticuadas escudándonos en la creencia errónea de saber cómo si fuéramos dioses lo que es mejor para ellos.

Igualmente, cuando a un niño se le facilita todo en exceso, y no aprende a superarse por sí mismo tampoco adquiere el entrenamiento necesario para enfrentar los retos de la vida generando así la autoconfianza que necesita para enfrentarse al mundo y hacerse cargo de sí mismo cuando llegue el momento.

Para poder transformar nuestras debilidades en fortalezas es absolutamente necesario la experimentación, repetición y perseverancia. Y sobre todo el refuerzo positivo de los padres para alentar al niño a repetir una y otra vez hasta que lo consiga.

Esto genera muchísima confianza y sentimiento de seguridad.

El refuerzo positivo no tiene nada que ver con la permisividad. Se trata más bien de valorar al niño por ser único e irrepetible y permitirle la repetición hasta que consiga desarrollar habilidades de todo tipo.

La identificación de las fortalezas de cada ser humano se hace al vivir la experiencia de superar un obstáculo tras otro, y desarrollar una habilidad que se le ha dado como don innato dándole el valor que se merece siendo la persona capaz de ponerla a servicio de sí mismo y de los demás.

Asumiendo que el niño aprende por experimentación de acierto y error hasta que desarrolla las habilidades, y así va cogiendo confianza en sí mismo. Además de ir integrando de forma natural que en la vida se aprende por repetición, y fallar es completamente natural para aprender a hacer cualquier cosa. Sin embargo, algunos padres caen en no permitir que los niños exploren con libertad o bien hacerles todo y darles todo a mano convirtiéndoles en inútiles o tiranos.   

Esta actitud es la que se repite de adultos y las personas no se atreven a experimentar, a equivocarse, a ir por sus sueños, se quedan atrapados en la aparente seguridad del miedo.

Los niños son seres de luz por naturaleza, y su comportamiento depende de las estrategias que va adoptando para sentirse querido, admirado y reconocido.           Proyecta la actitud de los padres, la energía invisible del círculo más íntimo, el entorno al que se ven sometidos, y su respuesta ante la necesidad de pertenencia al grupo responde a las necesidades básicas de cualquier ser humano.

En ningún caso se podría entonces calificar que un niño es bueno o malo.

Inmediatamente de forma instintiva al nacimiento reclamamos el amor de nuestra madre y el consuelo del cobijo, encontrándonos en el la mayoría de los casos con un golpe en las nalgas o la separación de la madre para medirnos, y pesarnos cual vacas antes de etiquetar.

Empezamos a experimentar el dolor dentro del vientre materno, a través de las emociones de la madre, pero el sentimiento de seguridad es intrínseco a estar en el vientre y unido al cordón umbilical.  

El desapego nace en el momento del nacimiento y, sin embargo, desde la ignorancia de los cuidadores se fomenta el apego en la edad avanzada y no el amor; siendo cosas radicalmente diferentes. 

Así que no solo el dolor es inevitable si no la única manera de crecer.

La consciencia es lo que nos permite atravesar el dolor sin caer en el insano sufrimiento.

Esa incomodidad es la que un día va a ser tan fuerte que nos motivara a salir de esa situación de comodidad de maltrato al que desafortunadamente el ser humano es capaz hasta de acostumbrarse, sin distinguir entre lo tolerable y lo intolerable.

Es cuando te atreves a romper las cadenas del condicionamiento familiar y social cuando empiezas a hacerte cargo de ti mismo y crecer realmente.

Nuestra alma con los sentimientos de incomodidad lo que busca es darnos llamados de atención para que tengamos el coraje de enfrentar esas situaciones molestas, y emociones dolorosas; para ser capaces de alinearnos con nosotros mismos, podemos liberarnos de dolores, traumas, conductas inadecuadas para con nosotros mismos; y dar lugar al potencial real de disfrutar de la vida que merecemos.

Cuando eres un bebe solo estamos pendientes de nosotros mismos; de amarnos a nosotros mismos. Nos tocamos con gozo y satisfacción. No estamos pendientes de los demás ellos para compararnos o desvalorizarnos ni entrar en competencia. El mundo existe a nuestro alrededor, y el mundo transcurre a nuestro alrededor. Pedimos lo que necesitamos con el idioma universal del llanto. Aprendemos a sonreír, hacer gracia y así recibimos una mirada admirativa que nos nutre emocionalmente. Nos reconfortamos en el calor humano. Nos tocamos todas las partes de nuestro cuerpo, y no sentimos bellos. Existe él bebe desde un prisma sano, y la razón es porque aún está unido por el hilo invisible del espíritu. No ha nacido la separación en el espejo del otro, es decir no ha nacido el yo ni el mío. Es uno con todo.

Ese es el trabajo de adultos; volver a Ser uno con el todo, pero con un comportamiento de autocuidado y respeto implacable a uno mismo, pues es uno mismo quien ha de asumir su cuidado personal. Desde ese espacio las relaciones con los demás nacen sin prejuicio ni competencias ya que intuitivamente cuando te sabes cuidar a ti mismo de forma sanas podrás estar disponible para cuidar a los demás, en la proporción que te corresponda y valorar poder dar y recibir.

La necesidad de cobijo, seguridad en la primera infancia es lo natural inherente a todo ser humano. Abrazos, palabras cariñosas y silencio, mucho silencio es lo que verdaderamente necesita él bebe. Sin embargo, vemos la cultura del ruido donde los padres no solo someten a los niños a ruidos que para ellos son intolerables si no les obligan a según ellos acostumbrarse y luego se preguntan por qué del déficit de atención e hiperactividad no para de subir.

Instintivamente sabemos recibir, pero no sabemos dar.  

Dar amor se aprende del ejemplo de nuestros padres, del entorno en el que se nos haya educado, y de lo que se nos haya exigido de niños. Es la razón más universal por la que damos amor condicional por qué es como nos han amado condicionalmente.    Si haces esto te doy tal cosa, te miro de esta manera o te permito hacer tal otra cosa.

Esa es la paradoja en sí misma. 

 Aprender y desaprender para salir de las manipulaciones que nos vienen de todas partes e inclusive de nosotros mismos.  

Es la razón inamovible por la que el trabajo en uno mismo es vital para tomar conciencia y cambiar de hábitos. Cambiar de hábitos, y reconocer nuestro crecimiento es el camino a la experiencia de la felicidad. vacío.