
Épocas de dolor
Nos pasamos la vida corriendo tras el placer y evitando el dolor.
Sin darnos cuenta está actitud extrema entre el placer y evitación del dolor nos aleja más de la satisfacción de una vida plena; manteniéndonos en una actitud inmadura.
El dolor es inherente a la vida misma, desde el nacimiento hasta el momento de morir; y sin embargo perpetuamos relaciones personales insatisfactorias, con la falsa ilusión que será la otra persona la que un día cambiará; en base a los méritos, que vamos demostrando, o a las exigencias que pretendemos los demás cumplan.
Nos perdemos en las tormentas de expectativas.
Nos resistimos, y hacemos todo lo posible por evadir el dolor; lo cual hace que se entre en una espiral de sufrimiento, sin fin … asumiendo la insatisfacción como algo normal y perpetuando situaciones toxicas para ambas partes.
El dolor es consecuencia de una expectativa no cumplida y de la experimentación del egoísmo.
El único antídoto para utilizar el dolor de forma constructiva es permitirte sentir tu dolor, con toda la intensidad y toda la profundidad con la que se presente.
Ese dolor esconde un potencial de transformación del que somos inconscientes hasta que lo atravesamos.
Cuando tomamos la decisión consciente de empezar a sentir cada una de nuestras penas con aceptación total e integra de lo que sentimos; podremos experimentar el momento presente tal y cómo es.
Sintiendo el dolor abriremos la puerta a sanarlo y comprendernos a nosotros mismos y seguidamente a poder empatizar con los demás.